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Homenaje al gran Atahualpa Yupanqui cantor de patria profunda

Miércoles, 31 de enero de 2024 01:04

El cantor de la patria profunda nació a comienzos del siglo veinte, en Campo de la Cruz, Pergamino, Provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908. Bautizado con el nombre de Héctor Roberto Chavero, sus padres fueron José Demetrio Chavero, empleado ferroviario y su madre Virginia Carmen Haram, a quien le escribió unos versos estando en tierra vasca: “Qué nombre tendrán las piedras /que la vieron caminar / a mi madre cuando niña o pastorcilla, quizás...He de llegar algún día / en tierra vasca a cantar/Ay madre, desde muy lejos/por mis coplas volverás...

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El cantor de la patria profunda nació a comienzos del siglo veinte, en Campo de la Cruz, Pergamino, Provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908. Bautizado con el nombre de Héctor Roberto Chavero, sus padres fueron José Demetrio Chavero, empleado ferroviario y su madre Virginia Carmen Haram, a quien le escribió unos versos estando en tierra vasca: “Qué nombre tendrán las piedras /que la vieron caminar / a mi madre cuando niña o pastorcilla, quizás...He de llegar algún día / en tierra vasca a cantar/Ay madre, desde muy lejos/por mis coplas volverás...

”También para su padre y recordando su origen, muestra su vena de buen versiador: “Gente de pata en el suelo/fueron mis antepasados/criollos de cuatro provincias / y con indios misturados...//Mi tata era sabedor /por lo mucho que ha rodao / y después que había cantado / destemplaba cuarta y prima / y le echaba un poncho encima/pa’ que no hable demasiao”.

También de su padre hereda el amor por los libros, desde su temprana edad, y el inicio con el violín, por el arte de la música, después seguirá con la guitarra y lamentará la pérdida de su progenitor, en su pre adolescencia, quién posibilitó que llegase a ser un Gran Artista de la música y de la literatura.

En relación a las letras, la biblioteca ambulante de su padre fue un gran apoyo para el joven lector, habido de descubrir, historias, leyendas y misterios, encerrados en sus libros, y que contestaban a sus interrogantes y enriquecieron a su juvenil persona, tan solitaria en esas latitudes, alejadas de todo centro urbano importante.

Dice Norberto Galasso en “El canto de la Patria profunda”: “Mi padre andaba de un lado para otro... Trasladándose con su familia, periódicamente, según las imposiciones de la empresa inglesa. Era un ferroviario de cuarta categoría, sin plata y con libros sencillos, poesías, novelas, esas cosas que después yo leí, cuando chico”.

En otra parte Galasso nos informa de cómo cambia su nombre de Héctor Chavero por Atahualpa Yupanqui, en esa etapa de mucha juventud, entre 13 y 15 años “había leído los comentarios reales, que cuenta la historia de los doce incas” por este motivo “empecé a usar el nombre Yupanqui, para decir, para contar, para hacer cosas, en esta tierra”. También otros autores se suma‑ ron a su entusiasmo juvenil y leyó a Nietzsche, Schopenhauer, Espronceda, Villaespesa, Cervantes Saavedra y José Hernández. “A los 15 años leí El Quijote... Después de leer los comentarios de Miguel de Unamuno sobre El Quijote, tiene uno que volver a leer una y mil veces”, y al Martín Fierro le llega en papel estraza, por compra de 2 barriles de yerba. Acerca de la música, nos cuenta en “Canto de la Patria profunda”: “Yo tenía casi 8 años, y un día me mandaron a comprar algo: aceite, conserva...y lo subo al caballito y lo traigo del almacén. Con cinco pesos, cuatro tal vez...

Entonces me traje una guitarra, de esas que están colgadas en los boliches...Para traerme esa guitarra a mi casa me escondí en un maizalito y fingí haber perdido el vuelto...- ¿Y el vuelto? -No sé... Pero al rato apareció un tío mío con la guitarra: -Acá está lo que tal vez faltaba...” Por los prejuicios y “En aquel tiempo había un concepto del tocador de guitarra medio peyorativo: el triste destino de los tocadores de guitarra.”

En el relato “El Guitarrista” del libro: Aires Indios, (1947), Yupanqui, recrea esa parte de su vi‑ da y cierra así: “Se han de encontrar un día /quién sabe dónde. / El camino, más ancho. / Más hondo el hombre.” Por todo eso a don José, aunque el mismo tocaba, no le gusta que su hijo sea guitarrero y decide en‑ viarlo a estudiar violín con un sa‑ cerdote catalán, el padre Rosaenz, evitando así, cualquier tendencia payadora de su hijo. Todo duró cerca de un año: “el curita me pilló traveseando una vidalita...mi profesor me dijo cosas en su cerrado catalán y me dio un bofetón y no pude volver a las clases de violín.

Don José en busca de evitar que su hijo vuelva a su forma guitarrera le consigue un maestro que le enseñe música clásica; así lo lleva a un pueblo vecino, a una distancia de 14 km. a casa de don Bautista Almirón, quién no cobrará por la enseñanza, sino deberá regar las plantas del patio.

Mientras aprendía y conocía grandes creadores como Schubert, Liszt, Bach, Beethoven, Schumann y otros. Apoya‑ do por su padre, mientras vivió y sus maestros de violín y guitarra, se iba afirmando el camino que deberá recorrer en su vida, tanto en el ámbito familiar, cómo en la relación social de su pueblo y luego su país. Hechos de importancia pública que tocaron la puerta de su casa, tiene que ver con el inició de la primera guerra, en 1914, en Europa y dos años luego, el triunfo de Hipólito Irigoyen, quién asumió el 12 de octubre de 1916.

El régimen conservador imperante, ha concluido, para alegría de los Chavero y miles de familias radicales que acompañaron con su voto al caudillo. Está historia, cómo ya sabemos, se vio alterada por el golpe de 1930, al 2do gob radical, por el Gral. José F. Uriburu, tomando preso al presidente Irigoyen, quién fuera llevado a la isla Martín García para su reclusión.

El joven Atahualpa Yupanqui, que había asumido la postura partidaria de su padre y se inclinó por el radicalismo yrigoyenista, ahora tenía que defender la libertad de su caudillo y se une a un grupo de correligionarios, encabezados por los hnos. Kennedy, estancieros de origen ir‑ landés, pero profundamente criollos y decididos por la causa popular y se levantan en contra del golpe, desde ciudad de la Paz y Concordia, en Entre Ríos.

El grupo de los Kennedy triunfa en la Paz, no así en Concordia y el resto del país, por lo que la contra revolución fracasa. El escritor y docu‑ mentalista, Miguel Mirra relata en su libro “Apretar las quijadas” y en relato “Libres o muertos”, el dramatismo de esas jornadas y la hui‑ da de los hermanos rebeldes y donde según Norberto Galasso, Yupanqui también participó: “A los 24 años recién cumplidos, Atahualpa es ya un “payador perseguido” cuya lealtad a la causa popular lo convierte en desterrado.”

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