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En consonancia y paz con nuestra energía femenina

Viernes, 08 de marzo de 2024 01:00

Por PAMELA ARRAYA, licenciada en Psicología.

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Por PAMELA ARRAYA, licenciada en Psicología.

En este marzo quiero dedicarles todo mi amor a las mujeres, a lo femenino. También a lo femenino que habita en los hombres.

Destacamos momentos para no olvidar, hitos que nos muestran realidades, injusticias, despertares. Ideologías, juegos de poder, ignorancias, soledades, vergüenzas, silencios que ensordecen, voces que no logran ser oídas.

Hoy quiero honrar a todos los que en este tejido de la vida, fueron haciendo camino para que hoy la vida fluya por nuevos lugares. Los invito a tomar ese 8 de marzo lleno de dolor e inequidad a la transmutación. Es hora de ir saliendo de los juegos pendulares que nos han llevado a uno y otro extremo. Ni machismo ni feminismo. Venimos de hombres y mujeres y procreamos hombres y mujeres, es hora de despertar al respeto, mirarnos a los ojos. Decir lo siento. Asumir responsabilidades y culpas por lo que se hizo o dejó de hacer.

Se habla de la ley del espejo, un tema apasionante para explorar. Jung hablaba de la sombra. Eso que no vemos y está. Somos polaridades. Me pregunto cuántas veces hombres y mujeres nos hemos incendiado y matado por no respetarnos, por no mirarnos (valga la redundancia respetar: del latín "respectus", acción de mirar atrás, atención, consideración, mirar); cuántas veces nos hemos sobreexigido hasta el límite del dolor, de la enfermedad. Veo con frecuencia este sobre hacer, sin poder poner límites hasta que la enfermedad nos abre el camino al basta, así no, ya no.

Honrar lo femenino es abrazar la intuición, el entrañable poder de lo vulnerable, del corazón, de las entrañas y la vida misma. Es abrazar todas nuestras dimensiones lo espiritual, lo terrenal, el fuego, el agua, lo sensual, lo profano y lo sagrado, el erotismo y la inocencia.

Es importante como mujeres saber llevar nuestra energía masculina y poder sacar la espada cuando sea necesario cortar. Cortar modos, relaciones, situaciones que ya no nos hacen bien. Tener la energía para penetrar a lo nuevo o sostener. Y también es vital no desconectarnos de esa magia y poder que deviene de ese estar en consonancia y paz con nuestra energía femenina.

Les escribo a las mujeres, les escribo a los hombres. Una sociedad sin despertar, una sociedad que sostiene el dolor por sobre la sanación, seguirá en la rueda de los excesos, de los ajustes de cuenta, del resentimiento. De la búsqueda de justicia que se transforma en violencia y perpetúa la rueda de infortunio.

Y quiero despedirme recordando el arquetipo femenino de Perséfone: "La que lleva la muerte" es la reina del inframundo y guardiana de los secretos muertos. Hija de Zeus y Deméter, la diosa de la primavera. Ella tenía el control absoluto sobre las flores y plantas. Podía convertir cualquier cosa en flores o cosas relacionadas con la flora.

Cuenta la mitología que una vez Hades se enamoró y secuestró a una ninfa llamada Leuce y la llevó al inframundo. Perséfone enfadada por ello lo transformó en un álamo blanco. Entre otras cosas, este mito habla sobre el cuestionamiento de las imposiciones que han sufrido a lo largo de las historias las mujeres.

Me gustó tomar este arquetipo por tres momentos que se desprenden de este relato mitológico, que como la vida misma, está llena de pasiones, abruptos momentos, poder, amor, deseo...

Y en un paréntesis recordar que los mitos tienen como fin entender la humanidad. Todos, hombres como mujeres, hemos sido en algún momento arrebatados por lo traumático, secuestrados perdiendo libertad. Y vamos a lugares internos jamás conocidos y sentimos morir, quedar en otoño desprendiéndonos de lo que nos daba alegría y nos dejaba en inocencia, quedando en un frío invierno.

A todos en algún momento nos secuestraron la inocencia. Esa ingenuidad que llevamos cuando tenemos el corazón abierto. Y aunque duela, siempre creo que aún sigue valiendo la pena arriesgarnos.

La tríada pasa del estado de inocencia al de sufrimiento: pérdida, rabia, dolor... y luego del padecimiento aceptado viene ese tercer tiempo de integración de recreación, de reinventarnos, con el poder que nos da la inocencia y el poder que nos da el dejar morir lo que ya no es; también podemos verlo en la tríada vida-muerte-resurrección.

Ya hemos transitado como colectivos el secuestro, las pasiones bajas, ya hemos muerto tantas veces y como diría Mercedes Sosa: "Cantando al sol como la cigarra... gracias doy a la desgracia porque me trató tan mal y seguí cantando". Igual, ya es tiempo de tratarnos bien. De celebrar la vida. De honrar e integrar femenino y masculino.