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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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La política se reconfigura y desplaza a la lógica de la grieta

El declive de Macri y Cristina cambió el escenario electoral; los precios internacionales de la producción argentina arrojan señales favorables para 2024 y se vislumbra la posibilidad de una nueva etapa, con acuerdos, moderación y diálogo.
Miércoles, 19 de julio de 2023 01:36

La candidatura presidencial de Sergio Massa en la coalición oficialista y la relativa declinación de la corriente que encarna Javier Milei han modificado sustancialmente el panorama y las expectativas electorales que un mes atrás parecían consolidados. "Es una elección de tercios", vaticinaban entonces los analistas y también actores políticos como Cristina Kirchner, que transmitía su preocupación ante la posibilidad de que su fuerza quedara en tercer lugar y fuera del balotaje.

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La candidatura presidencial de Sergio Massa en la coalición oficialista y la relativa declinación de la corriente que encarna Javier Milei han modificado sustancialmente el panorama y las expectativas electorales que un mes atrás parecían consolidados. "Es una elección de tercios", vaticinaban entonces los analistas y también actores políticos como Cristina Kirchner, que transmitía su preocupación ante la posibilidad de que su fuerza quedara en tercer lugar y fuera del balotaje.

La candidatura de Massa devolvió competitividad al oficialismo y cambió los desafíos que debe afrontar la oposición: si Milei mordía el capital electoral de Juntos por el Cambio desde la derecha, ahora Massa le disputa el voto moderado.

Momento bisagra

En rigor, estos cambios en la superficie electoral están reforzados por una tendencia de fondo que los precede y de la que ellos son una manifestación. Esa tendencia es la reconfiguración del sistema político que, aunque recupera rasgos de polarización electoral tiende a apartarse de la lógica de la grieta y la confrontación para deslizarse a una perspectiva de convergencias y cooperación.

El amague de coincidencia electoral que protagonizaron el gobernador cordobés Juan Schiaretti y la mayoría de los componentes de Juntos por el Cambio (desde Rodríguez Larreta a Pichetto, pasando por Gerardo Morales y Carrió) fue una señal en ese sentido. Otra, no menos significativa, es que la mayoría de los candidatos de mayor relevancia se ubican en el centro del espectro político y podrían hasta suscribir al menos media docena de puntos programáticos (pro-mercado, respaldo a las actividades productivas competitivas y exportadoras, apertura comercial, etc.).

La otra cara de la reconfiguración del sistema político es el paulatino debilitamiento del kirchnerismo, que ya no está en condiciones de hegemonizar al oficialismo y que tiende a replegarse a la condición de una fuerza principalmente conurbana, limitada y aislada por su anacronismo programático. La lógica tradicional del poder kirchnerista era centralista y hegemónica. Se basaba en el mando indiscutido de un círculo doméstico. Esa etapa ha cesado.

El poder menguante de la vicepresidenta ya la había forzado en 2019 a abstenerse de una candidatura propia, aunque todavía le permitió entonces elegir un candidato de reemplazo (y así impuso vía tweet el nombre de Alberto Fernández). Cuatro años más tarde ya no está en condiciones repetir esa operación. Sergio Massa no llegó a la candidatura por elección de la vicepresidenta, sino de los gobernadores, convertidos en voz del peronismo profundo. Una voz que demuestra más alcance que la de la jefa del kirchnerismo.

Señales que se espera

Pero a ella no se le escapa que, incluso en el caso de una derrota digna, la figura de Massa, que ha demostrado capacidad para conseguir apoyos internos e internacionales que lo sostienen, adquirirá progresiva autonomía y fuerza en el ciclo venidero. Y que parece mejor preparado que ella, exiliada del sistema, para jugar un rol en una nueva configuración. La incorporación de Scioli y de Julián Domínguez a los equipos del ministro de Economía es más que jueguito para la tribuna. Scioli es un aporte para el importantísimo vínculo con Brasil y Domínguez tiene la misión trabajar acuerdos entre el empresariado y el movimiento obrero.

Los mercados parecen anticiparse a los cambios de configuración del sistema político y los acompañan con buenas expectativas: el aumento de las acciones y bonos argentinos es una señal inequívoca.

Aunque numerosos observadores y analistas económicos coinciden en que el país tiene por delante un período (hasta el último trimestre) problemático, empieza a manifestarse un interés significativo por la Argentina de parte de la inversión externa. Ya hay pruebas de ello en varios campos, por caso, el energético. Argentina inauguró el gasoducto Néstor Kirchner que en una fase posterior terminará canalizando gas hasta San Pablo. Lo que explica la prometedora disposición de los inversores es la madurada convicción de que en un plazo relativamente corto se modifica el contexto político y se empieza a consolidar prácticamente un nuevo consenso.

Sumado esto al hecho de que el país presenta costos relativamente bajos en términos globales para oportunidades económicas de enorme potencialidad, que madurarán explosivamente tan pronto el país se muestre dispuesto a navegar en el sentido de las corrientes centrales del mundo, y no a contramano de ellas.

Esa expectativa se apoya, de fondo, en lo que parece la apertura un nuevo ciclo de crecimiento del país, sostenido en principio por la competitividad de su sector agroalimentario y el financiamiento externo, así como en un incipiente consenso que se insinúa a partir de definiciones de los candidatos.

En los años kirchneristas la buena noticia de que el país es una potencia agroalimentaria era juzgada como una suerte de maldición. La soja era considerada "un yuyo" que condenaba a la Argentina a la "reprimarización" económica y no como una ventaja competitiva que nos abría la puerta a ulteriores pasos productivos y de agregado de valor. El crédito internacional se consideraba otra desventura.

Con el conocimiento de que la Argentina no solo alberga vigor agroalimentario sino también enormes recursos en materia de combustibles no convencionales (los segundos del mundo), minerales tradicionales y litio (esencial para el desarrollo de la nueva generación de vehículos híbridos), hoy parece abrirse paso la necesidad de un proyecto estratégico consensuado que enmarque su explotación y emplee esas ventajas para integrar y desarrollar el país.

Los recursos a disposición y la composición de fuerzas del sistema político que tiende a configurar sugieren una resultante capaz de integrar la apertura al mundo, consolidar un Estado fuerte e inteligente que no sea una carga sino un motor para el fortalecimiento de la producción nacional, una estrategia de integración nacional y consolidación del federalismo con dimensión social que incluya una acción vigorosa para incorporar a los sectores más postergados y marginalizados: el conurbano bonaerense y los conurbanos interiores.

El anacronismo

La grieta confrontativa, sus protagonistas y particularmente la concepción anacrónica que representó el kirchnerismo marchan hacia un progresivo aislamiento. La señora de Kirchner queda exiliada del nuevo sistema, mientras el peronismo profundo, los gobernadores y el movimiento obrero, exhiben la voluntad de trabajar en la lógica del nuevo sistema político como condición para, simultáneamente, reconstruir la identidad del peronismo, actualizar su agenda y recuperar niveles de confianza social que el ciclo que concluye le hizo extraviar.

Paralelamente, la coalición opositora manifiesta las tensiones del cambio de ciclo. Hace seis meses Juntos por el Cambio daba por segura su victoria en una pelea fácil con un kirchnerismo en decadencia. Sin embargo, las mutaciones que se han ido produciendo (declinación de Milei, emergencia de la candidatura de Massa) modificaron esas seguridades. Contribuyó a ello el clima de confrontación que por momentos parece convertir a la coalición en una "joint venture" entre Montescos y Capuletos.

En Juntos se manifiesta no únicamente una batalla de egos –que por cierto está presente- sino divergencias que por ahora se pintan como diferencias sobre "el cómo" del cambio que promete la razón social, pero que en rigor parecen ir más allá de eso. Horacio Rodríguez Larreta incluyó al modelo de Macri entre los que han fracasado por enfocarse en la demonización del adversario. El, en cambio, propone "construir una nueva mayoría, para poder hacer cambios que se mantengan en el tiempo". Patricia Bullrich le respondió y, paradójicamente, al hacerlo confirmó el juicio de su contrincante. Lo definió como "ventajero y oportunista" y le atribuyó "una enorme bajeza moral, oportunismo y falta de ética". Larreta está procurando mostrar que la primaria de Juntos por el Cambio, además de su puja con la Bullrich, incluye como bonus-track pasar a cuarteles de invierno a Mauricio Macri, que renunció a ser candidato pero participa activamente en el bando de los halcones y busca ser el gran influencer de la derecha.

La posibilidad de una victoria en octubre/noviembre es, por el momento, un poderoso freno a las tentaciones rupturistas, pero no habría que descartar que se desarrollen después de las citas electorales. La regla del juego de una elección (interna o general) reside en competir y aceptar el veredicto de las urnas. La actitud de no reconocer la eventual victoria del adversario parece cundir. En la elección general cordobesa, Luis Juez no digirió su derrota ante Martín Llaryora, que lo superó por tres puntos (unos 60.000 votos). Atrincherado en una prosa virulenta, calificó de "bandidos" a los peronistas de Schiaretti y Llaryora. No admitir la propia derrota no es precisamente una virtud republicana.

Por eso es lícito preguntarse sobre qué plataforma y sobre qué valores podrá asentarse la unidad de una fuerza con esas actitudes. Estas tensiones también forman parte del proceso de recomposición del sistema político, cuya lógica interna no es, sin embargo, la confrontación sino el diálogo y la convergencia. Y. en paralelo, con cuya consolidación se producen el ocaso del kirchnerismo y el de sus sombras del otro lado de la grieta.

* Centro de reflexión política Segundo Centenario

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