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18 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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Radiografía de un cambio vertiginoso

Viernes, 15 de septiembre de 2023 01:54

El proceso electoral en marcha está operando como un acelerador de la reconfiguración del sistema político. Ese cambio ya estaba en marcha, impulsado por la evidente decadencia económica, el empobrecimiento social y la creciente parálisis institucional, pero a partir del resultado de las elecciones primarias de agosto, el proceso ha adquirido un ritmo vertiginoso.

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El proceso electoral en marcha está operando como un acelerador de la reconfiguración del sistema político. Ese cambio ya estaba en marcha, impulsado por la evidente decadencia económica, el empobrecimiento social y la creciente parálisis institucional, pero a partir del resultado de las elecciones primarias de agosto, el proceso ha adquirido un ritmo vertiginoso.

Con casi 30 puntos electorales embolsados en las primarias, Javier Milei, la gran irrupción de ese comicio, se considera en condiciones de convertirse en presidente dentro de unas semanas, triunfando en la primera vuelta del mes de octubre.

La primaria culminó con tres fuerzas a escasísima distancia una de otra. De entre los candidatos presidenciales (Javier Milei, Patricia Bullrich, Sergio Massa) la más complicada es Bullrich. Sus votos propios (17 por ciento) le alcanzaron para derrotar a su rival interno, Horacio Rodríguez Larreta, pero quedaron a 13 puntos de los que recaudó Milei. Todavía no está claro de que ella pueda contabilizar como propios todos los sufragios que en las primarias se canalizaron en favor del jefe porteño. Peor aún, corre el riesgo de que una porción de quienes la apoyaron a ella en la primaria porque parecía el halcón que volaba más alto, ahora se deslicen hacia Milei, que suena como un halcón más auténtico y además el que exhibe más chances de vencer.

Mauricio Macri ha mantenido una nebulosa ambigüedad entre Bullrich (a quien apuntaló para derrotar a Rodríguez Larreta) y Milei, a quien ensalza permanentemente y a quien considera, según personas que lo frecuentan, el mejor expositor de las reformas liberales que él ansía realizar. El expresidente parece querer convertirse en el CEO de un panliberalismo que incluya a Bullrich y a Milei, cualquiera sea el orden entre ellos. El juego a dos puntas de Macri enerva a la candidata del PRO y exaspera a los socios de Juntos por el Cambio que hacen campaña por ella con una mezcla de escepticismo e indignación hacia el expresidente. Juntos por el Cambio se juega en octubre la supervivencia como coalición.

Un arma que Milei ha empezado a emplear para facilitar la transferencia del voto macrista a su propia candidatura es la adulación e intercambio de piropos con Macri, a quien ya mismo, antes de llegar al gobierno, le ha ofrecido ser un superembajador ("por encima de la Cancillería") cuando llegue a la Presidencia. Macri no rechazó el envite.

La candidata de Juntos, consciente de sus debilidades se esfuerza por diferenciarse de Milei, a quien los voceros de su candidatura pintan como un llanero solitario que no cuenta con estructuras de gobierno y gestión: con fotografías multitudinarias, reuniendo a gobernadores y legisladores de la coalición así como a técnicos y economistas de las diversas familias cambiemitas ella parece afirmar. "íYo tengo equipos y mi coalición me apoya!".

La incorporación de Carlos Melconian como vocero económico y, en la eventualidad de ganar, futuro ministro de Economía vino acompañada de la promesa de control sobre el Banco Central y la AFIP. Ella ha tenido que postergar a economistas de su riñón y entregarle al recién llegado el control del discurso en un tema tan estratégico como la economía y la lucha contra la inflación.

Milei, Massa y los guiños

Al tiempo que organiza sus fuerzas para esta etapa de la campaña, Bullrich busca posicionarse enfrentando simultáneamente a Milei y a Sergio Massa: denuncia que ambos han cerrado un pacto para convertirla en tercero excluido. Se basa en el hecho de que Massa elogió a los voceros de Milei por su "actitud colaborativa para con el Gobierno", diferenciándola de la postura de los enviados de Bullrich.

En los hechos, objetivamente y más allá de las teorías conspirativas, lo cierto es que Massa y Milei se prefieren como opositores para el caso de un balotaje y este tramo de la confrontación electoral excluye a uno de los tres mejor colocados en las primarias. Donde Bullrich, como candidata, salió tercera.

Para ella es difícil correr a Milei por derecha; el libertario es un superhalcón. Y reina en un espacio no discutido.

Quizás estos rasgos escondan también un talón de Aquiles y lo que puede haber sido una virtud para alcanzar notoriedad se vuelva debilidad en esta etapa.Lo cierto es que cuando se enfervoriza, Milei suelta frases poco sostenibles: prometió no comerciar con China "porque es comunista" y salir del Mercosur, con lo que prometió problemas con los mayores clientes de la Argentina. Eso, para no evocar otras declaraciones polémicas.

"Javier es muy vocalista", lo describió con indulgencia Diana Mondino en el elegante ámbito del Club Francés. Los oyentes entendieron que la canciller nominada por Milei quiso evitar las palabras "parlanchín" o "charlatán".

Para colaborar con su propia contención, Milei va designando futuros colaboradores de prestigio reconocido; comprende que debe dar respuestas sólidas a quienes interpretan que, más allá de sus indudables éxitos como comunicador y difusor de ideas liberales, "no tiene equipos y no puede gobernar".

Por supuesto, los nombres no aventan las dudas, porque éstas surgen de la radicalidad de las propuestas del libertario, que parecen arremeter contra instituciones respetadas y contra estructuras sólidas y funcionales. La fuerza expansiva de muchas de sus ideas sugiere estallidos incontenibles. Y es sobre esas inquietudes que Milei deberá rendir examen. Quienes le temen incursionan asimismo en la psicología y ponen en duda su equilibrio emocional.

Mientras los técnicos que le entregan su asesoramiento le proponían hace algunas semanas embestir contra las paritarias y acoplarse a la incierta tendencia de "uberización" del trabajo, él dialoga con altos dirigentes de la CGT y les hace saber que entre las reformas que pretende no está incluida una reforma laboral.

Ministro y candidato

Sergio Massa, el otro lado del triángulo de competidores, va adquiriendo mayor autonomía interna a medida que se aproximan las horas decisivas. Alberto Fernández ha dejado casi formalmente la presidencia, aunque siga despachando en la Casa Rosada. Y la señora de Kirchner práctica un ausentismo que, para bien o para mal, subraya el protagonismo de Massa.

Massa cerró exitosamente la negociación con el FMI, pero la inflación es el máximo aliado de sus contrincantes. Y la inflación tuvo un empujón importante con la devaluación que tuvo que convalidar Massa.

Como si fuera el presidente, Massa empezó a tomar decisiones desde Washington. En ese esfuerzo por apalancar su campaña como candidato con medidas que toma como ministro, el riesgo para él reside en que los efectos benignos de sus decisiones terminen teniendo menos repercusión que los contrastes: el rechazo de varios gobernadores oficialistas a aplicar a los empleados públicos de sus provincias el aumento de suma fija que él decidió fue interpretado como un revés político y un signo de debilidad, cuando el ejercicio de una autoridad sensible pero firme es un evidente requerimiento de la sociedad.

Massa aplicó tarde el manual del buen político que suele consultar: en un país federal la remuneración de los empleados de las administraciones provinciales es atribución privilegiada de las autoridades de esas jurisdicciones. La precipitación por reaccionar rápido ante el rebote inflacionario exagerado provocó el error de no conversar y negociar previamente con los gobernadores para evitar tironeos que conviene resolver puertas adentro. La campaña de Massa necesita que los jefes territoriales se jueguen a fondo para recuperar en octubre el terreno electoral perdido en las primarias. Alcanzado el balotaje, Massa desplegará una propuesta centrada en la unión nacional, buscando integrar el voto radical, el del Pro moderado y el que siguió a Juan Schiaretti, más allá de la vieja grieta que encarnaron Cristina Kirchner y Macri.

El mercado y los matices

La reconfiguración del sistema que ya estaba en marcha ha avanzado a saldos sorprendentes a partir del resultado de las elecciones primarias. El ciclo de hegemonía kirchnerista concluye, más allá de que el kirchnerismo pueda sobrevivir como facción política, eventualmente atrincherada en territorio bonaerense.

Sin dejar de lado las divergencias de acentuación, las tres candidaturas que compiten en octubre expresan distintos grados de reconciliación con el mercado. Con Massa el peronismo reivindica un capitalismo abierto y productivista que no abjura de la intervención del Estado, pero asume la necesidad de que éste controle y ajuste sus gastos y vuelque con eficacia sus recursos a sus funciones clásicas, al estímulo de la actividad económica, la creación de empleo y la promoción social. Tanto Milei como Patricia Bullrich proyectan un capitalismo con porciones mínimas o ínfimas de acción estatal. La sociedad reclama una moneda estable, el fin de la economía inflacionaria.

Este reordenamiento viene acompañado por un revisionismo cultural que pone en discusión ciertos consensos de las últimas décadas que tomaron como eje una visión facciosa de los derechos humanos y el imperio de lo políticamente correcto para la progresía, con su ideología "de género" y su "lenguaje inclusivo", acompañados por una capitulación frente a las amenazas a la seguridad y una desvalorización ideologizada de las Fuerzas Armadas. Botón de muestra de esa contracorriente cultural que le da contexto a esta etapa, los estudios de opinión pública indican que las Fuerzas Armadas son hoy la institución más reconocida por la sociedad.

Estamos, evidentemente, ante un nuevo escenario.

 

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