¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Con las mejores intenciones no basta

Sabado, 06 de enero de 2024 00:45

La política es un arte que se forma en los valores y principios de quienes la practican. El poder es constitutivo de la política, de él depende la acción y la concreción de las políticas.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La política es un arte que se forma en los valores y principios de quienes la practican. El poder es constitutivo de la política, de él depende la acción y la concreción de las políticas.

Obtener y mantener el poder es el objeto de la política, este – el poder político – se sostiene en la dimensión ética, que legitima a quienes son titulares del gobierno, nos representan y tienen la potestad de gobernar.

Esta legitimación para que nuestros representantes decidan sobre el dinero, la propiedad pública, el uso de la fuerza y la libertad de las personas; se sustenta en que los procedimientos para acceder al poder estén en un todo de acuerdo con la Constitución y la ley.

La legitimidad de origen termina a la medianoche del día de la elección. El día siguiente, comienza la legitimidad de ejercicio, que muestra su impronta en el primer discurso del nuevo titular del poder.

La legitimidad de ejercicio es el reloj de arena que se invirtió – al conocerse y hacerse público el ganador de la elección – para volver a llenarse con cada discurso, acción política y cada política pública. Los nuevos granos de arena rellenan, sin prisa y sin pausa, el reloj de arena del ejercicio del poder, que descuenta el tiempo hasta la próxima elección de medio termino.

Decíamos que la dimensión ética legitima el poder y lo justifica. El señuelo de escindir la política de la ética impulsando el relativismo político, nos pone en la senda de las teorías de la razón de estado, el utilitarismo, las teorías del mal menor o el tacticismo. Todas abrevan en el pragmatismo de mantener el poder por cualquier medio.

En las últimas semanas, el gobierno, con el argumento de la razón de estado – la que acepta un mal menor para evitar uno mayor sin importar las leyes – ante la crisis, sorprende por medio de un DNU que contiene 367 artículos y un proyecto de "Bases y Puntos de Partida para La Libertad de los Argentinos". Este proyecto de ley cuenta con 664 artículos, en un período en el que cesaron las sesiones ordinarias del congreso y las decisiones del gobierno son potestad exclusiva del poder ejecutivo.

A pocos días de cumplirse el primer mes de ejercicio del gobierno, reputados jueces, abogados, economistas, constitucionalistas, colegios profesionales, artistas, organizaciones deportivas e iglesias; cuestionan y califican de inconstitucional el DNU. En el sentido de considerar que la Democracia es una forma de organización política basada en procedimientos y refrendadas por acuerdos constitucionales construidos en el tiempo.

Mientras el reloj de arena de la legitimidad política descuenta el tiempo del gobierno – con una oposición y los ciudadanos atravesados por la sorpresa, el secreto y la información calificada – el presidente pretende ser investido de poderes especiales y lograr unanimidades para sus planes basados en la ideología liberal libertaria; haciendo caso omiso de los procedimientos democráticos, tales como, el debate, la negociación, el acuerdo producto de la labor de diputados y senadores y la anuencia de los controles de la judicatura.

Esta acción política sorprendió a todo el arco político democrático, dejándolo sin reacción, carente de un plan contingente y desprovisto de una dirección política definida.

La decisión política de usar la sorpresa se vincula con la teoría de la guerra, según Carl Von Clausewitz en su libro "De la Guerra"(1832) y la más reciente doctrina estratégica del U.S. Marine Corps, "Warfighting" (1989), que afirma que el espíritu de la sorpresa como herramienta para zanjar conflictos bélicos se basa en que "la ventaja para triunfar descansa en la velocidad y en la sorpresa, ya que sin algunas de estas características no se podrá concentrar la fuerza propia sobre las debilidades del enemigo".

Entonces, estamos ante un presente en que, por convencimiento o error político, se pretende utilizar métodos y estrategias bélicas en la resolución de los conflictos políticos; tratando al adversario como un enemigo, al aliado como un subalterno y valorando la opinión diferente como una deslealtad.

Como dice el adagio "El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones", creer en las intenciones de los que nos gobiernan y reconocer el poder con el que fueron investidos para gobernar, es de demócratas. También es de demócratas remarcar sobre cuáles son los métodos ilegítimos e incompatibles con una sociedad democrática.

En este sentido, los métodos y estrategia que pretendan desconocer la división del poder en ejecutivo, legislativo y judicial, que no respeten la representación indirecta de la comunidad y las provincias en diputados y senadores, que nieguen la resolución de los conflictos por medio de la negociación y el acuerdo, merecen nuestro llamado de atención hacia nuestros representantes, en la idea de que la reflexión, el patriotismo y la amistad cívica primará por sobre la anti política y la tentación autoritaria; sin dejar de considerar que el reloj de la legitimidad política marca el tiempo, tanto para el oficialismo como para la oposición.

 

PUBLICIDAD