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17 de Mayo,  Salta, Centro, Argentina
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El humanismo político y el arte de gobernar

Miércoles, 03 de abril de 2024 02:12

El humanismo político se fundamenta en el arte de gobernar, que implica tanto el conocimiento como el talento. Esto se traduce en la habilidad para comprender la realidad política y desarrollar el carisma necesario para convencer y comprometerse con una visión de país. Esta visión puede estar arraigada en valores humanistas, como la equidad, el pluralismo y la democracia, o en su opuesto, caracterizado por la desigualdad, la uniformidad y la autocracia.

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El humanismo político se fundamenta en el arte de gobernar, que implica tanto el conocimiento como el talento. Esto se traduce en la habilidad para comprender la realidad política y desarrollar el carisma necesario para convencer y comprometerse con una visión de país. Esta visión puede estar arraigada en valores humanistas, como la equidad, el pluralismo y la democracia, o en su opuesto, caracterizado por la desigualdad, la uniformidad y la autocracia.

Estas dos perspectivas sirven como un espejo en el que nos reflejamos al formular opiniones y tomar decisiones políticas. La imagen que se refleja define si representamos una política humanista o deshumanizada. Es importante recordar que el humanismo implica confiar en el ser humano y trabajar para que su vida sea digna, feliz, justa y dichosa.

Estas visiones se manifiestan a través de las acciones tomadas por aquellos en el poder. Todos podemos percibir, aunque no seamos expertos, cuáles son las ideologías que guían a quienes toman decisiones: ¿priorizan el bienestar colectivo o son indiferentes? ¿Reflexionan sobre las consecuencias de sus acciones o actúan por impulso? ¿Buscan reparar injusticias o buscan venganza?

Luego de estas reflexiones, surgen ejemplos que pretenden justificar las medidas tomadas. Por ejemplo, se compara al estado con una familia con dificultades financieras, lo que lleva a la conclusión de que se deben tomar medidas de austeridad para equilibrar el presupuesto. Otra metáfora común es la de comparar al país con un cuerpo enfermo que necesita una cirugía mayor para sobrevivir.

También se pueden escuchar narrativas que demonizan a los opositores políticos, comparándolos con monstruos mitológicos que arruinan todo a su paso. Sin embargo, estas comparaciones son simplistas y no capturan la complejidad de la realidad política, donde los tres poderes del estado están influenciados por diversos factores de poder como la opinión pública, los sindicatos, las iglesias, las fuerzas armadas y los medios de comunicación.

Ante esta complejidad, surge la pregunta de por qué se intenta explicar la problemática del estado mediante comparaciones simplistas con roles como el del padre en una familia o el cirujano en una sala de operaciones. Lo que queda claro es que estas comparaciones simplistas conducen a soluciones que suelen ser deshumanizadas y que ignoran el impacto de las políticas en la vida de las personas.

Vivir en sociedad requiere de una visión humanista que priorice soluciones justas, equitativas y dignas para todos. Esto implica rechazar discursos crueles, revanchistas o descalificatorios. En palabras de Lucio Anneo Séneca en "De la clemencia", la diferencia entre un tirano y un rey radica en que el primero es cruel por placer, mientras que el segundo actúa por razón y necesidad.

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